Registra México degradación de suelos en más de 140 millones de hectáreas

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Una de las alternativas viables para detener la erosión, la desertificación y la mitigación de los efectos de las sequías, se refiere a la conservación y restauración de la cubierta vegetal de los suelos, ya que es el mejor aliado del hombre para detener la erosión, la cual arrastra millones de toneladas de suelos fértiles hacia las partes bajas, sobre todo en la época de ciclones y huracanes, en donde miles de personas sufren pérdidas materiales y humanas por desgajamiento en laderas y lomeríos. 

Manuel Anaya Garduño, investigador del Colegio de Postgraduados y director del Centro Internacional de Capacitación para el Aprovechamiento de Agua de Lluvia, señaló que el cambio climático en el mundo se debe en gran medida a la destrucción de la cubierta vegetal natural con propósitos de incorporación de nuevas áreas para la agricultura y la ganadería extensiva; la presencia de incendios y el aprovechamiento inapropiado de bosques y selvas, también son factores que afectan el medio ambiente e inducen el cambio climático.

Puntualizó que hace falta establecer políticas públicas con carácter de urgente para la protección de nuestros suelos, fuente de vida y de bienestar social. Se refirió a la urgente  necesidad para que el gobierno federal autorice la instalación de la Comisión Nacional del Suelo, dada la gravedad en cuanto al abatimiento de la productividad y la amplitud de la superficie afectada. Esta situación, destacó, obliga a un cambio de rumbo y de estrategias para revertir procesos de contaminación, degradación de la calidad de suelos agrícolas de temporal y de riego y, de manera importante, rescatar a los bosques y selvas de la depredación.

Al participar en una conferencia en la propia institución académica, con motivo de la celebración del “Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía”, informó que en México avanzan los desiertos de manera inexorable, y precisó que los de Sonora y Chihuahua ya alcanzan a los estados de Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Hidalgo, Puebla y Veracruz.

El riesgo de este descuido humano, explicó el investigador Anaya Garduño, consiste en que las presentes generaciones dejaremos a nuestros hijos y nietos unos recursos naturales destruidos, contaminados y, en muchos casos, sin posibilidades de recuperación. Es el caso de unos 40 millones de hectáreas que prácticamente están erosionadas y perdidas. Se requerirán grandes cantidades de recursos económicos, de la ciencia y tecnologías efectivas para su recuperación, y una buena dosis de voluntad política para emprender acciones decisivas para recuperar esa enorme superficie con poco o nulo beneficio. “La creciente desertificación pone en riesgo la soberanía y seguridad alimentaria” de México y de todas aquellas naciones que poco se interesan por la preservación e incremento de los recursos naturales”, expresó.

En un periodo de poco más de cien años, apuntó el doctor Anaya Garduño, la degradación de los suelos es progresiva y abarca una superficie de más de 140 millones de hectáreas distribuidas a lo largo y ancho del territorio mexicano.

Este fenómeno se observa en poco más del 80 por ciento del territorio nacional en condiciones de leve, intensa y severa, debido por una parte, al aprovechamiento irracional de nuestros bosques, selvas y chaparrales, sin la precaución de la reforestación; y por otra, a la práctica de ganadería extensiva sin el manejo apropiado de pastizales y abrevaderos.

Staff de Notiissa.mx

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