
‘Diabladas’, ‘negros pintos’ y samba: expresiones del carnaval en Suramérica
La amplia gama de celebraciones vinculadas a estos días festivos, muestra la riqueza de las tradiciones y la pluralidad que emerge en la cultura regional.
Cuando de carnavales se trata Suramérica resuena en el mundo por sus particulares fiestas y ancestrales tradiciones, una mezcla autóctona que despliega una explosión de colores, diversidad, música, bailes, juegos, cultura, alegría y autenticidad.
La amplia gama de celebraciones vinculadas a los días festivos por carnaval, muestra la riqueza de las tradiciones y la pluralidad que emerge en la cultura suramericana, una región en donde cada país tiene sus costumbres bien marcadas así como también sus propias formas para divertirse, entre ellas, hacer burlas sobre personajes de la política.
Una característica común de los carnavales suramericanos es la alegría. Por donde se mire hay una sonrisa, los disfraces se multiplican, se celebra la vida mientras niños y adultos juegan con agua y papelillos de colores. Se tocan silbatos, tambores y las calles se llenan de comparsas que van acompañadas de muñecos gigantes, flores y personas que danzan con particulares máscaras.
Ese ambiente de fiesta, en cualquier país de la región, va acompañada de la samba y las reconocidas ‘garotas’, que aunque son símbolos irrevocables del carnaval brasileño, su presencia es inevitable y se multiplica en las distintas fiestas suramericanas.
Lo mismo ocurre con las costumbres religiosas insertadas por los europeos desde la época colonial, las tradiciones africanas que vinieron con los esclavos traídos por los colonos y rituales indígenas ancestrales propios de las comunidades originarias suramericanas.
Otro fenómeno característico de los carnavales suramericanos es la representación de los diablos, una figura común en la región que con sus particulares variedades se pueden observar desde los países del norte como Colombia, Brasil y Venezuela, hasta el sur, con Uruguay, Chile y Argentina.
Matachines y madamas
La representación de diablos es común en los carnavales de Suramérica. En Colombia, por ejemplo, se celebra el Carnaval del Diablo, una festividad que precisamente combina tradiciones indígenas, africanas y católicas, y que desde 1911 hace retumbar las calles del municipio Riosucio del departamento de Caldas, al centroccidente del país.
En esas fiestas la tradición arranca con un grito en el pueblo: «Salve, salve placer de la vida, salve, salve sin par carnaval», mientras se erigen una serie de personajes representados en disfraces, suena la pólvora y saltan ‘los matachines’, unos guerreros que tienen su origen en la lucha de los indígenas pijao contra los colonos, y que en esta representación enfrentan al diablo para proteger a la virgen María de sus pantomimas.
Otro de los carnavales más visitados en Colombia son los de Barranquilla, región ubicada en la costas del Caribe (norte) y que son parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad decretada por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Esta tradición incluye un vistoso repertorio de danzas, música y expresiones culturales autóctonas mezcladas con las tradiciones indígenas, europeas y africanas.
En Venezuela también resalta la aparición del personaje del diablo, sobre todo en las festividades que se celebran en Carúpano, estado Sucre, al noreste venezolano; donde se despliegan desfiles, comparsas, danzas de disfraces, juegos y combates de agua. Allí, la figura del diablo es representada por un hombre teñido de negro que canta y baila al ritmo de tambores, «allá viene el diablo», mientras una especie de querubines le siguen el paso y el ritmo por las calles de la ciudad.
Otro carnaval de suma relevancia es el que se celebra en El Callao, una localidad del estado Bolívar, al sureste de ese país, y que fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esa festividad agrupa a miles de personas que bailan y cantan por las calles al ritmo del tradicional calipso y otros géneros musicales, donde cobran protagonismo las llamadas ‘madamas’, mujeres que danzan engalanadas con vestidos variopintos y que son consideradas como auténticos pilares de la identidad callaoense.
En esos carnavales también son relevantes los ‘negros pintos’, hombres que se tiñen la piel de color oscuro para representar a los esclavos, al igual que ‘los mediopintos’ que son jóvenes que divierten al público embadurnando con hollín a los que se niegan a darles una moneda. Así mismo están los «mineros», que ilustran a la mayor fuerza laboral de esa región, y los «diablos», que son personajes enmascarados que bailan con un látigo para mantener el orden.
RT.
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