La Credibilidad, ausencia de la política actual

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En esta entrega hemos optado por comentar el termino de credibilidad, y su concatenación con el ejercicio de la política actual.
Debemos entender a la credibilidad como la cualidad de ser creíble, es decir, que puede o merece ser creído. En este sentido la capacidad de ser creído no está vinculada a la veracidad del mensaje, sino a los componentes objetivos y subjetivos que hacen que otras personas crean (o no) en dichos contenidos. Para tener credibilidad, la persona o la información deben generar confianza en los demás.

Pueden darse los dos siguientes casos: que una persona diga la verdad y nadie le crea; que alguien mienta pero sus interlocutores confíen en sus palabras al pie de la letra. Esta diferencia está vinculada a la credibilidad de las personas y a su capacidad para convencer al prójimo.

Sin embargo, es importante recordar que la base de la credibilidad está en la honestidad, ninguna persona logra construir un círculo de amigos que dure toda la vida si intenta sustentarlo con mentiras y falsedad. No importa lo mucho que alguien haya conseguido influenciar a su entorno: si se descubre que no ha sido honesto, su estructura entonces probablemente se desmoronará.

Ante lo anterior el concepto cobra un valor imprescindible. Los políticos y los periodistas deben resultar creíbles, de lo contrario sus trabajos pierden importancia. El político que no tiene credibilidad no será votado en las elecciones, mientras que el periodista que se encuentra en la misma situación no tendrá buena recepción por parte del público, caso contrario es lo que ocurre en el mundo del espectáculo o en la industria del entretenimiento.

Las grandes empresas o gobiernos suelen jugar al límite de la honestidad, manipulando la verdad a su conveniencia para abrirse camino en los momentos difíciles, e intentando compensar a sus consumidores o ciudadanos cada vez que atraviesan una buena temporada. Es sabido que vivimos en una era frenética, de cambios constantes y de grandes exigencias por parte del público, el volumen de información del cual disponemos nos ha convertido en aspirantes a expertos, que queremos siempre más de lo que recibimos.

La credibilidad, es la confianza, seguridad, bienestar y utilidad que nos refleja algo o alguien para seguirlo, para tenerlo presente, la verdadera importancia de este valor, es la estimulación que produce en nuestras vidas para actuar de cierta forma.

De acuerdo a la credibilidad que reflejes a los demás, es que obtendrás su ayuda y acompañamiento en lo que hagas; al igual que tú ayudas y acompañas a las personas en las que crees.

Una vez dejado claro que es lo que deseamos sea entendido por credibilidad es que ahora lo concatenamos con el quehacer político, por la escaza credibilidad que actualmente tiene, el elevado costo del sistema democrático, la falta de honestidad que vemos cada día, al observar como los funcionarios de la administración pública suelen iniciar la gestión pobres y terminar ricos.

Lo más deshonroso es el trato que se nos da como personas, al intentar vendernos un mensaje y una imagen que como las etiquetas de los productos milagro son una falacia.

Los políticos, sean del color que sean, han abanderado para sí la expresión de la credibilidad. Eso, al parecer, porque viste mucho. Nombran sentirse respaldados en donde sea, sobre todo en los almuerzos que paga el pueblo con sus impuestos, mientras degustan la erótica del poder, adjetivando desde todas las tribunas sentirse queridos y arropados. Algunos suelen ampararse en credos que nos los reconoce nadie, contándonos unos cuentos chinos, como si fuéramos infantes o neófitos. Porque buscando en su fe de vida, o en su crédito de obras, no encontramos por ninguna parte valores de coherencia, testimonios de transparencia y honradez en la gestión pública, algo que nos hagan cambiar de juicio. Otros han tomado la política como profesión que enriquece y no como servicio desinteresado; otros tienen ansias enfermizas de poder que les pierden; y lo que menos les importa a unos y otros es que el ciudadano pueda llegar a final de mes con cierta holgura, y que las filas en el transporte público, en las tortillas y en todas partes no las soporten siempre los mismos, los que nada tienen en este universo de pillos.

Desde luego que se necesitan políticos auténticos, que hagan valer la autoridad de la verdad y responder a todos los auxilios ciudadanos. Lo cual resulta bastante difícil de sobrellevar ya que llevan toda la vida de servicio, sirviéndose del servicio. Con este panorama, el significado de la credibilidad ahora política es más que patente, significa fiarse de la persona que dice lo que piensa y hace, conlleva el estar convencido de que el lenguaje que utiliza corresponde a una realidad objetiva.

Pero ¿qué hace falta?, corazones puros que hablen claro y hondo, que pongan los acentos en la palabra justa, que se preocupen y ocupen de limpiar impurezas, tanto físicas como morales. Hay que renovar la credibilidad política, las líneas de conducta y actuación. La sociedad está tan defraudada de esta clase política que sólo sabe jugar al engaño, del cúmulo de corrupciones e injusticias que vicia las instituciones y degrada la democracia.

Es importante que la moral se ejerza públicamente y no solo en los libros de texto, que sea ejemplo educador.

La mejor manera de llegar a la gente radica en tener el convencimiento de poder llevar a cabo una política auténticamente humana, lejos de partidismos. La confianza se gana día a día, a pie de obra, con el testimonio de la verdad por delante. Lo que daña la credibilidad política es no buscar ese bien común para toda persona. Lo que genera incertidumbre, y falta de solvencia moral, son las actuaciones de aquellas autoridades, vestidas con el traje de la política, que ejercen su labor en plan despótico e irresponsable.

La credibilidad política se consigue a base de dar ejemplo de responsabilidad y servicio incondicional a todos los ciudadanos. Es una atrocidad que el político de turno caiga en favoritismos, en formas dictatoriales que lesionen los derechos de la persona o de los grupos sociales. La sinceridad y rectitud política brilla por su ausencia, y bajo esta sombra resulta complicado que la política adquiera su verdadera fortaleza.

Existe hoy en día una falta total de sensibilidad ciudadana. Para hacer política se necesita de la capacidad para resolver problemas, de comprender y de actuar sirviendo.

Comprometerse va más allá de cumplir con una obligación, es dar todo lo que se tiene, la habilidad para sacar adelante lo que el pueblo en justicia requiere. Ser honesto es un valor indispensable para asistir políticamente a la ciudadanía. Sin confianza, consenso y conciencia, no se está garantizada la credibilidad en la política.

Usted como siempre es quien tiene la última palabra estimado Alter Lectoris, hasta la próxima…su opinión la recibimos en el correo electrónico: notiissa@yahoo.com.mx

Staff de Notiissa.mx

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