Esquizofrenia y juventud

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Por: Maria Luisa Rascón Gasca y  Marcelo Valencia Collazos.
La adolescencia es una etapa que se caracteriza por una serie de cambios, entre ellos los físicos y emocionales. Para algunos jóvenes esto se trata de un periodo pasajero en el que las experiencias serán de gran aprendizaje y con el paso del tiempo se convertirán en recuerdos gratos. Sin embargo, para otros puede significar el inicio de un largo y doloroso camino, si son diagnosticados con esquizofrenia; una tercera parte de los pacientes inicia el padecimiento antes de los 18 años (1) y 6% antes de los 16 años (2).

Esta enfermedad se caracteriza por producir en el chico alteraciones del comportamiento sin que exista un motivo aparente, como: apatía, aplanamiento afectivo, empobrecimiento del lenguaje, tensión y nerviosismo, así como pérdida de interés, aislamiento social, abandono de la escuela o de alguna actividad ocupacional, insomnio, ansiedad generalizada, depresión leve, cambios en los hábitos personales como el aseo, la higiene, etc.

Si a todo esto que se conoce como la fase prodrómica de la enfermedad, se suma la aparición de síntomas como: excitación psicomotora, ideas delirantes bien estructuradas, o alucinaciones, se puede considerar como el inicio de un brote psicótico.

El proceso de la enfermedad generalmente ocurre en tres etapas. La primera inicia con los síntomas ya descritos y no tiene un tiempo definido, por eso es que el diagnóstico de esquizofrenia solamente se puede realizar cuando inicia la fase, la cual activa la enfermedad e incluye crisis o brotes que consisten en la distorsión de las funciones normales, como alucinaciones, delirios, desorganización conceptual, excitación, grandiosidad, hostilidad, suspicacia y persecución.

Para obtener un diagnóstico certero, debe incluir la presencia de estos síntomas positivos con una duración de por lo menos un mes y como mínimo seis meses de síntomas persistentes. También se debe considerar la disfunción social ocupacional o laboral que pueden estar a un nivel inferior del nivel previo al inicio de la enfermedad. Finalmente la fase 3 o residual que corresponde a un deterioro en varias áreas del funcionamiento, aunque está área no la sufren todos los pacientes.

¿Qué se puede esperar?
El curso de la enfermedad puede ser variable para cada persona, pues hay tres clasificaciones: en la primera, con el debido tratamiento los chicos pueden recuperarse del primer episodio psicótico. En la segunda, los pacientes mostrarán episodios múltiples de sintomatología aguda, que podrán llevar a causar discapacidades severas en su funcionamiento psicosocial, presentando mejorías pero también recaídas, que generalmente ocurren en el 70% de los pacientes del primer episodio.

Por último, en la tercera se encuentran los casos que no podrán recuperarse quedándose en la fase residual y permaneciendo enfermos de una manera crónica para toda la vida. Debido a que es una enfermedad multifactorial, necesitan tomar medicamentos y alguna forma de intervención psicosocial para el paciente y psicoeducación para su familia y acudir a grupos de apoyo.

En la actualidad existen tratamientos efectivos que contribuyen a que los chicos que viven con esta condición puedan mejorar su calidad de vida, pero es indispensable que a todas las medidas terapéuticas tanto la familia como las personas cercanas a él se mantengan unidas y dispuestas a apoyarle en todo momento.
Colaboración de Fundación Teletón México
bojorge@teleton.org.mx

Staff de Notiissa.mx

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