Navidad; época de compartir… o de consumir

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Sin importar la religión que las personas profesen y hasta quienes no pertenecen a ninguna, no son ajenos a las fiestas de esta época, y que por cierto se han ido distorsionando por la fuerza de la costumbre.

Las posadas de los amigos, los vecinos, del trabajo, de la agrupación a la que pertenecemos son cenas, bailes, embriagantes, rifas de regalos y convivios que nada tienen que ver con las posadas en su estricto origen y propias de esta temporada –las religiosas- de donde proviene la palabra; es pedir durante los nueves días previos al nacimiento de Jesús un rincón, un pesebre… pedir posada o alojamiento.

Y qué decir de los regalos de Navidad, en los que se va el ahorro o el aguinaldo, sin pensar en la famosa y dolorosa cuesta de enero, sin percatarse de que hay que comprar lo más necesario y recordar que es una prestación ganada durante el año, como para “tirarla” en unos días.

Aquella frase publicitaria para concientizar a los trabajadores de la importancia de cuidar el dinero ganado a pulso: “Regale afecto, no lo compre”; sin embargo, este consejo se olvida al recordar los deseos de los hijos, hermanos, el novio, la mamá… de tener en esta Navidad la ropa de moda, accesorios, el celular con más aplicaciones, el más reciente videojuego, y un sinfín de productos.

Envueltos en la vorágine del consumismo, la mayoría de las personas olvida lo más importante de esta época: compartir con quien menos tiene porque por poco que creamos tener, siempre hay alguien más desafortunado que nosotros; se olvida dar amor a los seres cercanos, convivir más con la familia y cuidar la salud.

A propósito de esto último, a la par de las comilonas y los festejos decembrinos se disparan las enfermedades tanto gastrointestinales, como de las vías respiratorias por abusar del alcohol, la comida y por los cambios de temperatura y por acudir a lugares no ventilados y muy concurridos donde se encierran los virus, sobre todo del resfrío característico de la temporada invernal.

También es en este mes cuando se incrementan considerablemente los accidentes automovilísticos por las prisas de las compras, entre el parque vehicular que aumenta con visitantes navideños, y sobre todo se registran los percances por la combinación de alcohol y velocidad.

El estrés impacta en las personas que viven apresuradamente, recorriendo tiendas, preparándose para los festejos, guiando entre conductores que nos parecen inexpertos, sin prisa y eso nos molesta; así se va acumulando el coraje, la desesperación y el malhumor hasta estallar.

 Y ese espíritu navideño que debe imperar todo el año se desvanece para dar paso a personas insensibles que sólo piensan en sí, incapaces de una sonrisa, cordialidad, generosidad o un gesto amable como ceder el paso.

Todos los caminos conducen a Roma, dice el dicho, y agregaría “y todas las religiones llevan a Dios” así que no hay pretexto para pensar un momento en el verdadero sentido de la Navidad: el amor a los semejantes, la solidaridad, la caridad, el tratar de ser mejores cada día y eso sólo depende de nosotros.

Nadie nos va a cambiar, la transformación está en uno mismo y al hacerlo cambiamos el entorno; es el momento de empezar –si no lo hemos hecho-; que las caras molestas y estresadas que andan por la calle sean menos, empezando con nosotros; si regalas una sonrisa, recibirás otra de regreso.

Preparémonos para disfrutar esta Navidad con la mejor cara y la mejor actitud, vivamos cada día como si fuera el último. Y esta Nochebuena a la hora de comer, beber, abrazar, dar y recibir regalos, hagámoslo con amor.

Disfrutemos esa fiesta de cumpleaños sin olvidar al festejado: Jesús que con su nacimiento en un humilde pesebre nos dio la más grande lección de humildad y amor y dejó en una frase la esencia de las religiones: el amor a los demás. ¡Feliz Navidad!

 

Staff de Notiissa.mx

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