Editorial RM publica fotografías de Rufino Tamayo en Nueva York

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El volumen editado por Pablo Ortiz Monasterio recupera parte del trabajo fotográfico del pintor mexicano.

Hay artistas que usan la fotografía como un laboratorio y que encuentran en la cámara un cuaderno de notas. Alguna vez, el catalán Joan Fontcuberta comentó que en la bolsa de su camisa siempre llevaba una pequeña cámara “de apuntes”. La práctica es común y en ocasiones aporta más lecturas acerca del trabajo del personaje en turno.

Si revisamos placas de Juan Rulfo sobre los ferrocarriles y el campo mexicano, podremos conocer algo de la forma en que visualizaba su universo literario. Sin llegar a comparar la dimensión de su narrativa con su fotografía, sí se vale establecer puentes entre una y otra.

Algo similar sucede con Rufino Tamayo (Oaxaca, 1899 – Ciudad de México, 1991). El pintor se movió al margen del movimiento muralista debido a su afición por la pintura de caballete y a su visión más cosmopolita y menos politizada del arte. Su postura lo llevó incluso, a enfrentarse con Diego Rivera y Siqueiros. A cambio simpatizó al dedillo con intelectuales del nivel de Octavio Paz.

Tamayo al igual que varios de sus contemporáneos encontró en Estados Unidos en centro de desarrollo, trabajo y crecimiento. En 1926 expuso por primera vez en el Art Center de Nueva York. Volvió a la Gran Manzana en 1936 para participar en el American Artists Congress y poco después dio clases en la Dalton School of Art de Manhattan.

Durante sus periodos en aquella encontró en la fotografía una actividad complementaria que el sello RM, recupera en Tamayo. Fotógrafo en Nueva York.

Sin textos de por medio, las imágenes dejan ver las pulsiones estéticas del oaxaqueño. La geometría y la modernidad presentes en su discurso plástico se aprecian con claridad en sus tomas. Cuestión aparte es el diálogo que establece con la iluminación. No son pocas las placas donde conviven la luz y la sombra.

El ensayo fotográfico exhibe una búsqueda y curiosidad estética por aportar nuevos puntos de vista sobre sitios más que citados.

El oportuno ensayo, Rufino Tamayo, Nueva York y la esteroscopía de Pablo Ortiz Monasterio, destaca también el juego experimental del pintor con la esteroscopía, técnica inventada a finales del siglo XIX por el inglés Charles Wheatstone y que consiste en crear una ilusión en tres dimensiones a partir de dos imágenes en dos dimensiones. Tamayo se valió de este recurso para darle atmósfera a sus tomas nocturnas, sobre todo.

La lectura de fotografías del mexicano son pues, apuntes pero también ramificaciones de la diversidad creativa de un imprescindible de la plástica nacional del siglo XX.

Fuente: AN

Staff de Notiissa.mx

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