La política social mexicana, una historia sin terminar

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México enfrenta una serie de fenómenos económicos y sociales que alcanzan dimensiones sin precedentes, por ejemplo, la globalización internacional de los mercados impone patrones de producción, distribución y consumo que orientan las pautas del cambio demográfico y de su expresión geográfica y territorial. El crecimiento de la población y su notable concentración en zonas metropolitanas caracterizadas por ser el asiento de las actividades económicas en auge, tienden a conducir a la sociedad a nuevas formas de comportamiento en congruencia con las fuerzas de la oferta y la demanda; en contraparte, las zonas rurales dispersas claman por la reducción de sus carencias y por un mayor acceso a los derechos sociales. En este contexto, los vaivenes del ciclo económico, como la actual crisis de la deuda en Europa y el debilitamiento de la senda de crecimiento en Estados Unidos, impactan negativamente sobre las condiciones de bienestar material de los habitantes. En este marco, las políticas públicas que se diseñan, implementan y operan desde las diferentes agencias gubernamentales desempeñan un papel central al traducirse en resultados concretos que benefician a la sociedad y que orientan el desarrollo económico y social.

A pesar de su estabilidad macroeconómica que hasta hace poco había reducido la inflación y las tasas de interés a mínimos históricos y que incremento el ingreso per capita, existen grandes brechas entre ricos y pobres, los estados del norte y los del sur, y entre la población urbana y rural. Algunos de los retos para México siguen siendo mejorar la infraestructura, modernizar el sistema tributario y las leyes laborales así como reducir la desigualdad del ingreso.

La economía como ciencia social cercana a la vida cotidiana, implica la manera en que se utilizan los recursos (sean o no monetarios), satisfaciendo necesidades ilimitadas. Los mexicanos diariamente consumen productos para su subsistencia los cuales son el resultado final de una cadena de producción en la que muchas veces están involucrados. De la economía mucho se habla de los datos, mismos en que descansan las aproximaciones y estimaciones sobre los mercados (cualesquiera que sean) pero se llega a descuidar el aspecto humano que es también sumamente importante y trascendental, ya que el dinero por si sólo nos da opciones, y pocas veces se analiza al dinero como aquello que recibe al brindar cierto bien o servicio a los demás; el dinero es desde otro punto de vista, una recompensa por servir a los demás y entre más especializado, útil y singular se sea para los demás, existe la posibilidad de cotizarse mejor y recibir más dinero.

Cabe resaltar que en el país un gran número de mexicanos vive en condiciones de pobreza en el campo y las ciudades, sus necesidades básicas no están adecuadamente satisfechas, presentan deficiencias en nutrición, salud, educación, vivienda, ambiente, acceso a los servicios públicos y empleo productivo.

Por eso, reconociendo la importancia de atender esas necesidades añejas y a fin de superar cualquiera de los esfuerzos aislados de los sectores de la sociedad, uno de los primeros actos del Gobierno del Presidente Carlos Salinas de Gortari, en 1988, fue instrumentar el Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL) para “revertir la baja en los niveles de vida” de los mexicanos.

Programa dirigido a 41 millones de pobres, y especialmente a los 17 millones pobres en condiciones extremas, tanto en zonas rurales como urbanos; reconociendo a los grupos vulnerables que incluían indígenas, campesinos, jornaleros agrícolas, habitantes de barrios marginales, jóvenes, mujeres, y niños.

Con dicho esquema se fomentaba la unidad y participación de todos sectores como el mayor recurso del país ante las urgentes necesidades de quienes no contaban con el mínimo de bienestar, mediante cuatro principios: Respeto a la voluntad, iniciativas y formas de organización de los individuos y sus comunidades; Plena y efectiva participación y organización en todas las acciones del Programa Corresponsabilidad; y Transparencia, honestidad y eficiencia en el manejo de los recursos.

El PRONASOL dio prioridad a una línea: Niños en Solidaridad, que se convirtió más tarde en el Programa de Educación, Salud y Alimentación, PROGRESA.

Por lo que tomando lo valioso de las experiencias obtenidas con el PRONASOL, el Presidente Ernesto Zedillo, en 1997, anunció la creación del Progresa, lo que representó una nueva forma de política social, que sirvió como ejemplo a varios países de América Latina y el mundo.

De acuerdo con el Banco Mundial (2004) y la CEPAL (2006) las innovaciones principales que se le reconocen a Progresa son las de integrar en un solo programa las dimensiones de salud, alimentación y educación; trabajar al mismo tiempo en el alivio de la pobreza -por medio de transferencias económicas- y la creación de capital humano para una mejor inserción de las siguientes generaciones en el mercado de trabajo por medio del cumplimiento de corresponsabilidades; además de un esquema de evaluaciones externas de impacto.

En marzo de 2002, el Presidente Vicente Fox anunció que Progresa cambiaría de nombre a Programa de Oportunidades y que éste incluiría a los pobres que habitaban en zonas urbanas que vivían con menos de cuatro salarios mínimos diarios, 175 pesos aproximadamente.

Oportunidades que continuó con la base de reparto de recursos que creó Progresa, es decir, los recursos en efectivo solo se entregaban a mujeres, siempre y cuando cumplieran con los requisitos de asistir a consultas médicas y de llevar a sus hijos a la escuela.

Las áreas que se agregaron al programa fueron la de “jóvenes con oportunidades” que entregaba un incentivo a los afiliados que terminaban la educación media superior antes de los 22 años; cambió que a partir de primero de secundaria el monto de becas escolares era mayor para las mujeres, para combatir la desigualdad de género y la deserción femenil. Se agregó el apoyo a adultos mayores de 70 años o más, que recibirían al menos 250 pesos de pensión.

Según cifras oficiales, en comparación con el gasto en Progresa en el 2000 al de Oportunidades en el año 2006, hubo un aumento del 70.5%, al destinarse 146 mil 376 millones de pesos.

Ante la política social de nueva generación del Presidente Enrique Peña Nieto, se basa en estos aspectos: rebasar la visión asistencialista y generar una dinámica de combate a la pobreza y a la desigualdad a partir de la inclusión social.

Con el fin de rescatar la dignidad de las personas, y -más que generar una dependencia del Estado- se busca fomentar la autonomía y la capacidad individual para decidir libremente y con dignidad cómo salir de sus condiciones de pobreza.

Además de promover una amplia participación comunitaria y ciudadana en la puesta en marcha de las diversas políticas sociales de los programas y acciones, como lo es la creación por Decreto Presidencial del 22 de enero de 2013, del Sistema Nacional contra el Hambre -que se instrumenta a través de una cruzada especial- como una estrategia de política social, integral y participativa que pretende dar una solución estructural y permanente a un grave problema que existe en México: el hambre.

Por lo que con motivo del Segundo Informe de Gobierno, el Presidente Enrique Peña Nieto reconoció que el programa Oportunidades beneficia a 6.1 millones de familias, 255 mil más que al inicio de la administración. Sin embargo requería fortalecerse para impulsar la inclusión social, productiva y financiera, con el objetivo de que las familias superen sus condiciones de pobreza y logren prosperidad, y a partir nuevas alternativas, más eficaces, contra la pobreza en el país.

Este es un gran cambio, impulsado por la política social de nueva generación del Gobierno de la República con dos principios fundamentales, el primero de ellos es sentar las bases de un mayor crecimiento económico, mediante la generación de empleos. Y en segundo lugar, mediante la inclusión financiera para que las 6.1 millones de familias que reciben transferencias monetarias accedan a créditos con tasas de 9.9% anuales y a esquemas de fomento al ahorro, así como la inclusión productiva.

Siendo importante, que todos los beneficiarios del programa Oportunidades seguirán recibiendo los apoyos que han tenido hasta hoy, pero además contarán con nuevas opciones para incorporarse a la vida productiva al contar con apoyo para tener una fuente de ingresos que les permita salir de la pobreza, a partir de su propio trabajo y esfuerzo mediante proyectos productivos y la incorporación al empleo.

Además PROSPERA facilitará el acceso de sus beneficiarios a la educación financiera, al ahorro, a los seguros y al crédito, permitiendo que sus familias fortalezcan sus propios ingresos, al tener acceso prioritario a 15 programas productivos, incluyendo, entre otros: el Fondo Nacional del Emprendedor, el Programa Bécate, el PROAGRO Productivo, y el Programa para el Mejoramiento de la Producción y Productividad Indígena.

Será que ante la anterior descripción histórica de los programas sociales lograremos tener un México digno para todos y cada uno de los que lo habitamos, pero sobre todo con un mejor sentido humano, en donde la gente del campo y nuestros hermanos indígenas sean vistos como lo que son un patrimonio de nuestra cultura.

Staff de Notiissa.mx

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