‘Si el cine no sirve para reflexionar sobre nuestra sociedad, estamos perdidos’: Álvaro Curiel

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Por Héctor González.

A fin de probar suerte como actor, Ernesto (Rafael Ernesto Hernández) viaja de Cuba a México. Al fracasar en su intento, se plantea volver a su país, pero en ese inter conoce a Belén (Fátima Molina), una actriz callejera inmersa dentro de una red de explotación de personas encabezada por Torrico (Juan Manuel Bernal).

Con la ciudad de México como protagonista, Álvaro Curiel regresa al cine tras diez años de silencio, con Marioneta, cinta que en los próximos días llegará a las salas.

Uno de los problemas que enfrentan los directores mexicanos es la continuidad. En tu caso pasaron diez años antes de que volvieras a estrenar tu segunda película, ¿cómo ha sido tu experiencia en este sentido?

Me alejé del cine porque las películas que me ofrecían después de hacer Acorazado, eran comedias irrelevantes que no aportaban nada a mi carrera. Y en el caso particular de Marioneta, el tema era muy complicado para buscar recursos, incluyendo fondos como el Eficine, ya que las empresas aportantes tienen mucha injerencia en el tipo de contenidos con los que se relacionan sus marcas. Me tomó más de 5 años lograr hacerla, y la hice justamente cuando me rechazaron ese fondo. Pero, así como el cine se mudó a la televisión hace unos años, ahora la televisión se mudó al cine de regreso, y vemos películas que se hacen al vapor, en tres semanas, en un esquema completamente televisivo, empezando por la temática y la narrativa. Si quieres hacer ese cine, no tienes problema en tener continuidad. En mi caso prefiero separar por completo lo que puedo hacer en cine en contra de lo que me toca hacer en televisión.

¿Qué detona Marioneta?

Marioneta es una historia de un estupendo escritor cubano, Arturo Arango. Me compartió el argumento, y me pareció una historia que necesitaba llegar a la pantalla grande. Hablar de las entrañas de la ciudad de México, me pareció más que necesario. Alejarnos por un minuto del cine que generalmente llega a las pantallas, de forma tan masiva.

¿Cómo contar una historia de amor en un contexto de explotación de personas?

El capitalismo ha sido particularmente salvaje en países subdesarrollados como el nuestro. Pero a pesar de hablar de un tema tan serio, decidí hacerlo de una forma luminosa. Los franceses homenajeaban a Hitchcock haciendo thrillers, para hablar desde el amor.  Yo decidí convertir una historia que podría ser realmente oscura, en el encuentro de dos almas que sólo necesitaban un poco de luz para cambiar sus vidas.

La forma en que muestras cómo opera una mafia en la CDMX, no suena nada descabellada. ¿Tenías algo de conocimiento previo en este sentido?

Desde niño sentí fascinación por el metro, fue la primera conquista de mi libertad. A los 12 ya andaba en los vagones, escapando de mi casa, tratando de conocer la ciudad y a su gente. Era un México menos deteriorado socialmente, pero desde entonces aprendí a mirar la realidad que se develaba en cada vagón, en cada estación. El resto es el amor por la ficción. Hablar de la mafia, es hablar de seres humanos, de sus virtudes y defectos. Torrico representa justamente ese México que también somos, el lado oscuro que todos tenemos.

La CDMX tiene un papel protagónico, ¿cómo te planteaste el tratamiento narrativo y estético de la ciudad?

Nací y crecí en esta ciudad. La historia es más que interesante, los abuelos de casi todos los chilangos llegaron de la provincia a principios del siglo XX. De ahí barrios tan distintos, en donde hemos ido acomodando a 25 millones de personas. Me pareció muy interesante pensar en este cubano que no tiene idea de lo que puede ser esta ciudad. Llega a Tlalpan, y de ahí al Centro Histórico. Sus momentos felices son en Coyoacán, el barrio de mis amores, y por supuesto el primer cuadro, que es donde yo iba de niño a comprar monedas antiguas. La ciudad en gran medida es chata, sin altura, eso significa que puedes vivir perdido en ella eternamente. Ernesto representa el ojo extranjero con el que quise mirar este México. Torrico vive en bosques de las Lomas, podría ser realmente del Pedregal y habitar ese mundo de arribados que llegan cuando tienen suerte, y se van cuando han fracasado. Belén vive en una vecindad del centro. La primera escena es en el Teatro de la Ciudad, en la calle de Donceles. La última ocurre a una cuadra de distancia, frente al Palacio de Minería. Toda una travesía que termina a tan solo una calle.

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Staff de Notiissa.mx

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