¿Cuánta violencia y autoritarismo se podrían ahorrar en América Latina si se legislara a favor de revocatorios?

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Javier Buenrostro.-En los últimos días y semanas hemos visto las imágenes en los medios internacionales y las redes sociales sobre todas las protestas sociales a lo largo del continente americano. Empezaron en Brasil casi desde el mismo momento de la elección de Bolsonaro; los cacerolazos en Argentina durante meses debido a las pésimas medidas financieras de Macri que dispararon la inflación y depreciaron los salarios; en Ecuador las protestas de transportistas por el alza a los combustibles se convirtió en un gran movimiento popular indígena; y finalmente en Chile el alza del costo del transporte y la insensibilidad del gobierno de Sebastián Piñera que provocó las mayores protestas sociales en décadas.

Como dice una frase que surgió en Chile en estos días: ‘No son 30 pesos, son 30 años’. Estas movilizaciones populares tienen dos cosas en común: la primera es el rechazo a las medidas neoliberales, que se impusieron durante más de treinta años a lo largo del continente impulsadas por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional. La segunda cuestión en común es que las protestas sociales, principalmente las últimas que hemos visto en Ecuador y Chile, demandan la renuncia de sus presidentes. Algo muy similar a lo que sucedió meses atrás en Puerto Rico en las protestas que hicieron dimitir a Ricardo Roselló.

Los movimientos sociales nos hablan de una ciudadanía que está cansada de los atropellos de la clase política. Y los políticos latinoamericanos han respondido como saben, como lo han hecho durante décadas: con autoritarismo y violencia. En Chile ya van decenas de muertos y centenares de desaparecidos mientras su presidente le declara la guerra a su pueblo. La gente en las calles apuesta por una movilización permanente que haga caer al gobierno mientras que este apuesta a que la violencia los haga retroceder en sus demandas y se acoge al manto protector de organismo internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA), que avalan su autoritarismo y permanencia en el poder. Estos procesos sociales, las movilizaciones, pueden durar semanas o meses y siempre con un resultado incierto en lo político pero con la certidumbre que el mayor costo en términos será para los que protestan, incluidas sus propias vidas en muchas ocasiones.

¿Cómo romper con estos ciclos? ¿Cómo lograr que un presidente completamente impopular dimita sin que el costo humano sea mayúsculo ante el autoritarismo y obcecación del poder político? Desde la revolución francesa y con el surgimiento de los primero regímenes democráticos se ha afirmado sin cesar que la soberanía reside en el pueblo, de lo contrario no puede ser una democracia. Las democracias liberales han desarrollado y perfeccionado sus electorales pero pocas se han preocupado por establecer revocaciones de mandato ante malos gobiernos. Como si un mandatario tuviera el derecho por un tiempo determinado para hacer lo que quisiera, incluyendo destruir la economía popular con lineamientos que recibe del extranjero.

La revocación de mandato es algo que se ha discutido desde los tiempos de Pericles en Atenas, pero siempre sin mucha trascendencia. Llevó siglos poner las bases de la democracia electoral. Ya en el XIX, varios cantones en Suiza lo implementaron. También algunas ciudades y condados de Estados Unidos lo implementaron varias veces a principios del siglo XX. Muchos otros lugares lo han discutido o implementado por breves periodos de tiempo o para ciertos cargos como alcaldes o parlamentarios. En Latinoamérica en la actualidad solo está vigente y con mecanismo claros en Venezuela y Bolivia. Hasta ahora.

Desde que era alcalde de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador es un convencido de la figura del referéndum revocatorio para que la ciudadanía puede ejercer el derecho inalienable de su soberanía, que además está consagrado en el artículo 39 de la constitución mexicana. Siendo alcalde se sometió a un referéndum revocatorio aunque no era de carácter vinculatorio. Desde hace algunas semanas y en cumplimiento de una de sus promesas electorales mandó al Congreso una iniciativa de ley para que se implemente el referéndum revocatorio. La propuesta ha sido discutida y modificada tanto en la cámara de diputados como en el Senado. Es cuestión de días para que sea aprobada y México tenga la posibilidad de revocar a sus malos mandatarios. Más poder al pueblo.

Hay críticas de la oposición por esta iniciativa. Hablan de que abre la puerta de la reelección, una crítica que podría tener una lógica pero ya en alguna columna anterior me referí claramente a por qué la revocación de mandato no abre la puerta a ninguna reelección. Es para quitarle el poder a malos gobernantes, no para extenderlo por más buenos que pudieran ser. Las modificaciones que ha hecho principalmente el Senado salvaguardan el carácter pleno pero exclusivamente revocatorio de la iniciativa. Afirmar lo contrario son malabares que hace la oposición porque le teme a la democracia y a la soberanía popular.

El problema no es una posible reelección de López Obrador. Eso es una mentira. Una falacia que repiten y repiten como karma los opositores esperando que alguien la crea. Pero en realidad lo que temen es lo contrario, que cuando esta iniciativa sea ley cualquier mal gobernante pueda ser quitado de su cargo. ¿Hubieran perdido un revocatorio Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto? Sin duda. ¿De existir en sus países, perderían un revocatorio en estos momentos Lenín Moreno o Sebastián Piñera? Sin duda también. ¿Cuánta violencia y autoritarismo se podrían ahorrar si se legislara a favor de revocatorios en todo el continente?

Los que dicen que un revocatorio amenaza la democracia entonces ¿qué dirán de otros mecanismos existentes como el impeachment que se está llevando en Estados Unidos contra Trump o el deseo desde el poder de hacer elecciones anticipadas como pasa en Reino Unido en este momento? El revocatorio no sería más que otra de estas formas jurídicas, solo que a diferencia que el control resida en desde otro de los poderes residiría directamente en la sociedad, algo que sería mucho más democrático. En un artículo que acaba de escribir Malka Older en el New York Times, afirma que Estados Unidos no es una verdadera democracia, que es un proyecto todavía en construcción. Definitivamente el país es más democrático que con los padres fundadores pero todavía no es una democracia acababa. Y nunca lo será porque es un proceso siempre en construcción.

Este ha sido el error de muchos teóricos de las democracias latinoamericanas. Creen que después de las dictaduras militares que hubo en el cono sur o de la dictadura perfecta del PRI en México se alcanzó la democracia en las transiciones. Sí, definitivamente ha habido avances que son innegables en el terreno electoral pero los últimos actos que ha habido en Chile con una constitución de tiempos de la dictadura reflejan que estamos lejos de vivir Estados plenamente democráticos. Igualmente, la alternancia electoral en México estuvo lejos de crear una verdadera transición y cultura democrática como lo muestra el desafuero de 2005 y el fraude de 2006.

No debemos abandonar los ideales democráticos, debemos profundizarlos. Debemos darle más herramientas al pueblo, a la ciudadanía. ¿Peligroso? ¿Caeremos en las garras de los populistas? Es el coro eterno de los que claman por un gobierno de los expertos, de los mejores. Pero eso sería una aristocracia, o en el mejor de los casos, como dice David Runciman, una epistocracia pero nunca una democracia.

La revocación de mandato es una manera en que la democracia se puede profundizar, de tener reglas claras para una soberanía popular. Imaginemos que diferente hubieran sido los últimos sucesos en Ecuador y en Chile, cuanta violencia, represión y muertos inocentes podemos evitar.

RT

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva investigación y responsabilidad de su autor.

Staff de Notiissa.mx

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