Sodoma: Poder y escándalo en El Vaticano.

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Por: Lorenzo Pérez.

¿El libro, publicado a principios de 2019, estalla como si se pusiera una bomba en las catacumbas de la Santa Sede? ¿Cuáles fueron las motivaciones de Martel para develar la parte oculta y escandalosa del Vaticano?

Carmen Aristegui en su programa del 2 de agosto pasado entrevistó, en CNN vía telefónica, a Frédéric Martel, autor del libro “Sodoma”. Al final Aristegui pregunta sobre el porcentaje de homosexuales en el Vaticano, el autor responde, sin titubear, que entre un 70 o un 80 por ciento, dato que viene asentado en el libro.

Para hacer creíbles sus ideas y argumentos, Frédéric Martel da a conocer sus fuentes: “’Sodoma’ es una obra, llevada a cabo sobre el terreno, se realizaron 1,500 entrevistas con 41 cardenales, 52 obispos y monsignori, 45 nuncios apostólicos, secretarios de nunciaturas o embajadores extranjeros, 11 guardias suizos y más de doscientos sacerdotes católicos y seminaristas”, (pág.630). Abunda en su compromiso de trabajo: “Para realizar esta investigación, entre 2015 y 2018 viví en Roma de forma regular una semana al mes por término medio. También me alojé varias veces en el interior del Vaticano y en otras residencias extraterritoriales de la Santa Sede, especialmente en la Domus Internationalis Paulo VI (Casa del Clero) y en la Domus Romana Sacerdotalis. Asimismo investigué en unas quince ciudades italianas”, 631. Aparte cuenta de que se reservó información, “para proteger a sus fuentes”, 632. Añade además que recorrió 30 países.

De inmediato el autor nos ubica en el meollo de su trabajo. “Este libro, por tanto, no trata de la Iglesia en su conjunto, sino de un tipo muy especial de comunidad gay; cuenta la historia del componente mayoritario del colegio cardenalicio y del Vaticano”, 10. De entrada Martel expone su misión. “Es necesario poner al desnudo el sistema basado desde los seminarios más pequeños hasta el sanctasanctórum -colegio cardenalicio-: la doble vida homosexual y, a la vez, la homofobia más ostentosa”, 13.

Martel pretende una obra monumental. Como investigador histórico abarca a cuatro papas: Pablo VI (1963-1978), Juan Pablo II (1978- 2005), Benedicto XVI (2005-2013), Francisco (desde 2013). De Paulo VI sólo aborda el tema madre de la castidad, inspirada en la doctrina del filósofo francés Jacques Maritain y de refilón la encíclica Hamanae Vitae que prohibía los preservativos; nada le dedica a la continuación del Concilio Vaticano II. Enfoca de una manera muy crítica a Juan Pablo II y a Benedicto XVI a quienes ubica como cómplices y responsables de la aberración y contaminación homosexual en el Vaticano y en la jerarquía.

La obra por momentos parece un ensayo. “Sodoma” se lee con el interés como si fuera un reportajecrónica de investigación. Y no faltan las licencias literarias donde Frédéric Martel omite o cambia nombres “para proteger” a sus entrevistados, justificación que se presta para que el autor dé rienda suelta a su imaginación.

Parte de un hecho insoslayable, la confrontación eclesiástica: Una feroz batalla se libra en el Vaticano entre tradicionalistas y liberales, 24.

Considero que la razón del autor para escribir “Sodoma” se encuentra en el epílogo. Para mí fue un pasaje revelador, me dije: ahora caigo en cuenta. Al final compartiré mi hipótesis.

ESCÁNDALO DEL CARDENAL Y EL NUNCIO

En esta espinosa discusión, Frédéric Martel no se pierde en las disquisiciones teóricas sobre género, recurre a las andanzas extravagantes del cardenal estadounidense Raymundo Leo Burke y a la publicación sorpresiva de la Testimonianza, carta del arzobispo Carlos María Viganó, antiguo nuncio en Washington.

El jesuita Antonio Spadaro explica al autor: “El cardenal Burke encabeza la oposición al papa. El santo padre sancionó al cardenal Burke, que fue destituido sin previo aviso de su cargo de prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, el órgano jurisdiccional vaticano de apelación”. “Como premio de consolación, a renglón seguido, le nombró representante del papa ante la Orden de Malta”, 44.

La estrambótica ornamentación litúrgica de Burke resulta un escandaloso ritual. Burke, admirable hazmerreír de Roma, siempre aparece rodeado de celestinas obsequiosas. “No hay palabras para describir a este cardenal enfundado en sus galas femeninas. ¡La teoría de género en su plenitud! La misma teoría que Burke, como no podía ser menos, ha vilipendiado”, 50.

Declaró el cardenal que “el papa no puede cambiar las enseñanzas de la Iglesia sobre la inmoralidad de los actos homosexuales o la indisolubilidad del matrimonio”, 52. Acerca del matrimonio gay afirma que “este tipo de mentira sólo puede tener un origen diabólico: Satanás”, 53.

Benjamin Harnwell es presidente del “Dignitatis Humanae Institute, una asociación ultraconservadora y lobby político. Su presidente el cardenal Raymond Leo Burke lo dirige rodeado de una docena de cardenales. El consejo de administración de esta secta reúne a los prelados más extremistas del Vaticano y coordina los sectores y las órdenes más oscuras del catolicismo”, 54.

A través del libro el autor va sembrando sus conclusiones. “Cuando más vehementemente es un prelado contra los gay, cuando más fuerte es su obsesión homófoba, tanto más probabilidades existen de que no sea sincero y de que su vehemencia nos oculte algo”, 56.

Este lobby punta de lanza de los conservadores en el Vaticano es actualmente homófobo y visceralmente contrario al matrimonio gay. La abadía de Trisulti en Collepardo es considerado un Proyecto para convertir este monasterio en cuartel general y centro de formación de los católicos ultraconservadores, 57.

La Testimonianza, carta denuncia, de monseñor Carlo María Viganó, antiguo nuncio en Washington, publicada a finales del verano de 2018 tuvo una repercusión internacional sin precedente. En todo el mundo se publicaron miles de artículos, los fieles estaban perplejos y la imagen de Francisco quedó empañada, 70. En total el texto señala con el dedo y “destapa” a unos cuarenta cardenales y obispos, 75.

La publicación por sorpresa de la Testimonianza del arzobispo Viganó provocó una verdadera deflagración en la curia romana. ¡Decir que este documento, centrado en Estados Unidos, tuvo el efecto de una “bomba” sería un eufemismo y una atenuación! Enseguida la prensa manifestó sus sospechas acerca de que el cardenal Raymond Burque y sus tentáculos estadounidenses (como el católico Steve Bannon, el estratega político de Donald Trump) podía encontrarse en parte detrás de esa publicación y que ellos habían urdido el complot, 69.

El nuncio Viganó aprovechaba la ocasión, sin elegancia, para insinuar que el papa debía dimitir, 69. A la extrema derecha vaticana le estorba Francisco.

El autor de “Sodoma” no descarta también la posibilidad de que la publicación del arzobispo Viganó fuera una venganza, al verse frustrados sus sueños eclesiásticos de llegar a ser cardenal, 73. En política eclesiástica no se descarta nada.

La carta de Viganó se convierte en un documento único, en un testimonio fundamental y en parte irrefutable, sobre la “cultura del secreto”, la “conspiración del silencio” y la homosexualización de la Iglesia, 74.

EL PAPA FRANCISCO ANTE EL DESTAPE HOMOSEXUAL

¿Quién soy yo para juzgar? La frase, en forma de interrogativa, la pronunció el papa Francisco la noche del 28 de julio de 2013 en el avión que lo llevaba a Roma, 79.

La pregunta del papa sacudió y revolucionó las conciencias a nivel global, “atrevimiento” que le valió a Francisco reconocimiento y gloria, así como recomendaciones y vilipendios, no faltó quien pretendiera colgarlo. El autor del libro entrevistó personalmente al burdo cardenal Juan Sandoval Íñiguez: “Mire usted, cuando Francisco pronuncia la frase ´ ¿quién soy yo para juzgar?´ no está defendiendo a los homosexuales. Protege a uno de sus colaboradores, lo que no es lo mismo. ¡La prensa es la que lo ha embarullado todo!”, sostiene el cardenal, 280. El autor de “Sodoma” hace un detalle homosexual de la jerarquía mexicana., 284-285.

El papa se ha mostrado inflexible con la “teoría de género”. En ocho ocasiones entre 2015 y 2017 se ha pronunciado contra la ideología del “género”, calificándola de “diabólica”, 93.

Sobre una urgencia eclesiástica y pastoral, Francisco pensó que podía dar un vuelco a la situación delegando en la base de la preparación del sínodo sobre la familia con una consulta mundial sobre 38 asuntos. Quiso poner en movimiento la Iglesia. Con ello pretendía sobre todo esquivar a la curia y a los cardenales de toda la vida acostumbrados a la teocracia absoluta y a la infalibilidad papal; enseguida se dieron cuenta de la jugada, 113.

Frenan la inquietud profética del papa, le cambian la agenda. Los más rígidos los más tradicionales, los más misóginos se rebelan. ¿Son los que tienen la “inclinación” más fuerte?, 120.

Para Francisco lo más importante es lograr que la Iglesia deje atrás los asuntos espinosos que dividen a los creyentes y se centre en lo que de verdad importa: los pobres, los migrantes y la miseria. “No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible… no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar”, 128.

Como ya señalaba el teólogopsicoanalista Eugen Drewermann, existe “una suerte de complicidad secreta entre la Iglesia Católica y la homosexualidad. Esta dicotomía me la encontré a menudo en el Vaticano e incluso podría decirse que es uno de sus secretos: el rechazo violento de la homosexualidad fuera de la Iglesia y su valoración extravagante, dentro de la Santa Sede. De ahí la existencia de una especie de “masonería gay” arraigada en el Vaticano y muy misteriosa, cuando no invisible, desde fuera, 202.

Es de notoriedad pública que el pontificado de Juan Pablo II estuvo jalonado de escándalos y que varios cardenales de su círculo más cercano eran a la vez homosexuales y corruptos, 229.

LEGIONARIOS DE MACIEL: CARISMA Y ESTIGMA

•El autor de “Sodoma” se explaya en los Legionarios de Cristo. Marcial Maciel es sin duda, la figura más diabólica que ha criado la Iglesia desde hace cincuenta años. A pesar de su riqueza desmesurada y su historial de violencias sexuales, fue protegido durante varias décadas por Juan Pablo II, por Stanislaw Dziwisz, secretario personal del papa, y por el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, nombrado “primer ministro del Vaticano”, 270. Y, por supuesto, por Joseph Ratzinger.

Al cabo de varios años, gracias a una energía fuera de la común (¿mercadotecnia religiosa?) y, ya entonces, a oscuras fuentes de financiación, Marcial Maciel había fundado gran cantidad de colegios, universidades y asociaciones caritativas en México y varios países. En 1959 fundó Regnum Christi, la rama laica de los Legionarios de Cristo, 271.

Lo resume con una frase aguda James Alison, un cura inglés que vivió un tiempo en México, hablé con él en Madrid: “Los Legionarios de Cristo son opusdeístas que no leen libros”, 272.

El fundador de los Legionarios “tenía una excelente relación con multimillonarios como Carlos Slim, el rey de las telecomunicaciones mexicanas. Maciel lo casó y le captó como donante de los Legionarios”, 273.

Por sus alcances, Maciel llegó a ser un personaje fuera de la común. Durante los años setenta, ochenta y noventa viajó con frecuencia a Roma, donde Pablo VI lo recibía como a un humilde servidor de la Iglesia y su “amigo personal”, Juan Pablo II como a una estrella invitada, 274.

Maciel tenía una seducción perversa, “usaba identidades falsas, mantenía a dos mujeres con las que tuvo seis hijos y no dudó de abusar sexualmente de ellos, dos lo denunciaron después”, 274. Agredió sexualmente a decenas de niños y a un sinfín de seminaristas; hoy se cuentan más de 200 las víctimas.

“Ante todo el deslumbramiento del éxito. Los logros fulgurantes de los Legionarios de Cristo fascinaron durante mucho tiempo al Vaticano, pues en ninguna parte del mundo el reclutamiento de seminaristas era tan impresionante, las vocaciones sacerdotales tan entusiastas ni la recaudación tan cuantiosa”, 287.

En 2009 Ratzinger ordenó una investigación sobre todas las organizaciones vinculadas a los Legionarios de Cristo y su rama laica Regnum Christi, 278. Maciel recibió una sanción somera, por la edad. Murió en la abundancia, como vivió. ¿Y la cuantiosa riqueza que dejó?

Después se dio carpetazo al asunto y los Legionarios reanudaron su vida normal, limitándose a descolgar los innumerables retratos del gurú de las paredes de las escuelas, a prohibir sus libros y borrar todas sus huellas como si no hubiera pasado nada, 278. Ni Benedicto XVI ni Francisco han calibrado la gravedad del fenómeno. Y el problema sigue ahí: el Vaticano ya no controla a los Legionarios, 279.

El ultraconservador Marcel Maciel fue adalid, primero en México y luego en Latinoamérica y España, de la lucha contra los regímenes marxistas y la teología de la liberación, 287. Maciel no sólo odiaba a los curas rojos de la teología de la liberación sino también a los jesuitas, 290.

EL PODER GAY AVANZA EN EL VATICANO

El autor de “Sodoma” nos comparte la euforia de su misión. “Lo que me interesa es sacar a luz este mundo paralelo y hacer una visita de inspección en la época de Juan Pablo II”, 293.

Frédéric Martel nos confirma el desastre causado por el nuncio apostólico, Girolamo Prigione (1978-1992) que llegó a México con una misión eclesiástica y otra diplomática. “El soberano pontífice nombra en Latinoamérica una cantidad impresionante de obispos de derecha y extrema derecha durante los años ochenta y noventa”, 326. La mayoría de los obispos nombrados en Latinoamérica durante el pontificado de Juan Pablo II eran afines al Opus Dei, confirma el profesor Rafael Luciani, miembro del CELAM, 326.

La punta de lanza de esta cruzada de Juan Pablo II contra los gay la encabezó Alfonso López Trujillo. Su título: presidente del Pontificio Consejo para la Familia, según lo confirma el autor de Sodoma. López Trujillo era contrario al marxismo y la teología de la liberación, esa era su razón de ser –me confirma el cardenal Giovanni Battista Re, ex “ministro del Interior” de Juan Pablo II, durante una de nuestras conversaciones en su casa del Vaticano, 333. Lo retrata sin tapujos: “López Trujillo era uno de hombres que anhelan el poder para tener sexo y el sexo para tener poder, 336. Si hay un personaje patético en este libro es López Trujillo”, 337.

Las extravagancias de López Trujillo se conocían mucho mejor de lo que cree. Todos estaban al corriente, “Entonces ¿por qué ascendió a obispo? ¿Por qué estuvo al frente del CELAM? ¿Por qué fue creado cardenal? ¿Por qué fue presidente del Pontificio Consejo para la familia?”, se pregunta Álvaro León, 339.

En el último tercio de “Sodoma” destapa el fruto de su investigación: Abrimos ahora una de las páginas más sorprendentes de este libro: la de un ejército de homófilos y homosexuales que va a la guerra contra el matrimonio gay, 384.

La historia irracional y vertiginosa de ese combate insensato contra el matrimonio gay es un capítulo decisivo de “Sodoma”, pues escenifica un ejército de curas homófilos y prelados homosexuales disimulados que, día tras día, país tras país, se movilizaron contra otro ejército de activistas openly gay. La guerra del matrimonio fue, más que nunca, una lucha entre homosexuales, 391.

PODER REDUCIDO DE LA JERARQUÍA ITALIANA

Llama la atención la fina descripción que Frédéric Martel hace de la Conferencia Episcopal Italiana. Angelo Bognasco (2007-2017) fue apartado por el papa Francisco de la presidencia de la CEI. Los dignatarios italianos tenían tomado el Vaticano.

La Conferencia Episcopal Italiana (CEI) es un imperio dentro del imperio. Durante mucho tiempo fue incluso el Reino, 433. Con la elección de un pontífice polaco y luego otro alemán, los italianos se quedaron sin papa y les restaron gran poder, después eligen a un papa argentino y el jesuita les da el tiro de gracia.

La CEI, una organización con predominio gay por su sociología, es ante todo una estructura de poder, 440. Se puede hacer otra lectura, la de una masonería católica, con sus códigos y sus cooptaciones, 442.

En Italia el ala “izquierda” del episcopado estuvo representada durante ese periodo por el cardenal Carlo María Martini, antiguo arzobispo de Milán; se le puede considerar una de las figuras más gay friendly de la Iglesia italiana y también una de las más marginadas durante el papado de Juan Pablo II. Este jesuita ha defendido la idea un “Vaticano II” o para hacer una reforma profunda de la Iglesia sobre asuntos de moral sexual. Por último, ha escrito una columna en el periódico Corriere della Sera, donde no ha dudado en abrir el debate sobre el sacerdocio femenino o la ordenación de hombres casados, los famosos viri probati, 447.

La línea de Francisco es clara. Quiere normalizar, así como italianizar de nuevo la CEI. Es como si les dijera. A sus obispos: “A fin de cuentas ustedes sólo representan a Italia”, 461.

¿El papa Bergoglio permanece secuestrado? Continúa “Sodoma”. Un sacerdote de la curia, de los que están mejor informados, me hace este análisis, que comparten varios prelados o estrechos colaboradores del papa: “Creo que Francisco quien sin embargo no es nada ingenuo y sabía lo que se podía encontrar, se quedó patidifuso con la homosexualidad del episcopado italiano. De modo que, si al principio llegó a pensar que podía ´limpiar´ de cardenales, obispos y prelados homófilos el Vaticano y la CEI, hoy se ve obligado a convivir con ellos. A falta de candidatos heterosexuales no ha tenido más remedio que rodearse de cardenales gais, sabiendo a ciencia cierta que lo son. Ya no se hace ilusiones de poder cambar esta situación. Sólo aspira a ´contener´ el fenómeno”, 461.

RATZINGER Y EL PODER HOMOSEXUAL

A Ratzinger siempre se le asoció con el ala derecha del Vaticano. El joven Ratzinger empezó su carrera en la izquierda del Vaticano como exégeta del Concilio Vaticano II (al que asiste como peritus o experto), 493.

Ratzinger es un teólogo que tuvo miedo. Tuvo miedo del Concilio Vaticano II, miedo de la teología de la liberación, miedo del marxismo, miedo de los sixties, miedo de los homosexuales –me cuenta el profesor Arnd Bunker, un influyente teólogo alemán, con el que me entrevisté en San Galo. Es cierto, puso en el congelador el Vaticano II – afirma un cardenal cercano al expapa, 494.

Después de un largo recorrido, “Sodoma” llega a la conclusión. Las “mil mesetas” homosexuales del Vaticano, ese “rizoma” extraordinariamente denso secreto, es mucho más que un simple lobby. Es un sistema. Es la matriz de Sodoma. El papa Francisco descubrió los resortes y la extensión del “rizoma” cuando llegó a la silla de san Pedro, 551.

Y no se pueden entender los Vatileaks I y II, la guerra contra Francisco, la cultura del silencio sobre los miles de escándalos de abusos sexuales, la homofobia recurrente de los cardenales, ni tampoco la dimisión de Benedicto XVI si no se evalúa la extensión y la profundidad del “rizoma”. Así que no hay lobby gay; hay mucho más que esto en el Vaticano: una inmensa red de relaciones homófilas y homosexuales, polimorfas, sin centro, pero dominadas por el secreto de la doble vida y mentira, constituida en “rizoma”. Y que también podríamos llamar: “El Armario”, 551.

Los sacerdotes que colgaron los hábitos no hicieron más que acelerar la gran crisis de vocaciones, movimiento silencioso que se inició en los años setenta. Algunos perdieron la fe tras la rígida encíclica sobre la moral sexual de Pablo VI, Humanae Vitae; miles de sacerdotes colgaron los hábitos para casarse en los años setenta y ochenta; otros abandonaron la Iglesia tras la liquidación sistemática de los avances del Vaticano II en el papado de Juan Pablo II; otros, finalmente, dejaron su parroquia a medida que los teólogos de derechas y la homofobia empezaban a controlar la curia romana. Paralelamente, decenas de fieles se alejan de la Iglesia por su desfase con el espíritu de los tiempos, por sus posturas ultraconservadoras sobre el matrimonio, los derechos de las mujeres, los derechos de los homosexuales o el preservativo y el sida; muchos creyentes también se sintieron ofendidos ante las revelaciones sobre los abusos sexuales y la protección de que gozaron centenares de sacerdotes depredadores, 561.

Fueron 35 años de los papas Wojtyla y Ratzinger. El primero con su vocación anticomunista y su afán de recorrer el mundo prodigando bendiciones. El segundo, cuidando celosamente la doctrina católica, desde Juan Pablo II, como encargado de la Congregación para la Doctrina de la Fe (todos los casos de abusos sexuales iban a parar a esta Congregación) y luego como papa Benedicto XVI con una teología rígida. No toleraba que nadie lo contradijera. Ratzinger fue el responsable de que la asfixia de la libertad de pensamiento en la Iglesia y del espectacular empobrecimiento teológico católico de esos últimos cuarenta años –resume el padre Benito Domingues, 562. El problema de Ratzinger no era tanto la sexualidad, sino la infalibilidad, asegura el teólogo Hans Küng.

Cuando estalla el Vatileaks II, el mundo descubre, estupefacto, las innumerables cuentas corrientes ilegales, las transferencias de dinero ilícitas y la opacidad del banco del Vaticano con pruebas que lo apoyan. El propio cardenal Tarcisio Bertone está en la picota por haber restaurado su lujoso apartamento, en el Vaticano, con el dinero de la fundación del hospital pediátrico Babino Gesú, 578.

El objetivo de Vatileaks I era destronar a Benedicto XVI, la pretensión de Vatileaks II era desestabilizar a Francisco. La conclusión de los tres cardenales “conservadores” que realizaron la investigación del último escándalo fue la entrega de dos tomos de 300 páginas, “es un documento explosivo sobre las desviaciones de la curia y los escándalos financieros y homosexuales del Vaticano”, 581.

¿Renuncia o abdicación, acto de libertad? Lo cierto es que el 11 de febrero de 2013, durante un consistorio de rutina, Benedicto XVI renuncia, 606. Preparada en secreto durante varios meses, la renuncia resultó brutal, 607 Al final de su largo vía crucis, podemos afirmar aquí que el papa Benedicto XVI dimitió por muchas razones mezcladas o supuestas, entre las que la homosexualidad ocupaba un lugar central, 608.

EL AUTOR DE “SODOMA” SE CONFIESA

En el epílogo el autor de “Sodoma” concluye: “No me gustan las mujeres. Hay que reinventar el amor”. Estas frases emblemáticas, esas expresiones célebres en forma de manifiesto del joven poeta de “Una temporada en el infierno”, impregnadas de pulsiones crísticas y homosexuales entremezcladas, pueden servirnos de guía para este epílogo. La reinvención del amor es la revelación más sorprendente de este libro, también la más hermosa revelación, y con ella me gustaría concluir este largo trabajo de investigación, 609.

Hasta el final de “Sodoma” Frédéric Martel revela su existencia homosexual. “El mundo que he descrito en este libro no es mío. Yo no soy católico. Ni siquiera soy creyente. Tampoco soy anticlerical y, además este libro no va contra el catolicismo, sino que en primer lugar, y ante todo, pese a lo que pueda pensarse es una crítica algo especial a la comunidad gay, una crítica a mi propia comunidad”, 621. Nada más el autor se lo cree.

Aparece la otra parte del enigma. “Me es útil recordar a modo de epílogo la historia de un sacerdote que me influyó mucho cuando era joven. Raras veces hablo de mi propia vida en mis libros, pero en este caso, y teniendo en cuenta el tema, comprenderán que lo considere necesario. Le debo al lector esta verdad”, 621.

Confiera Frédéric: Lo cierto es que yo fui cristiano hasta los 13 años… Ya no puedo ser creyente, ni siquiera un “un cristiano cultural”. Digamos pues que soy un “católico ateo”, un ateo de cultura católica, 625.

Ahora ubicamos al cura que lo marcó: El sacerdote de que hablo se llamaba Louis, un aristócrata, de origen belga… Entre mi primera comunión y la segunda me convertí en uno de los alumnos preferidos del padre Louis, tal vez su favorito, hasta el punto de que mis padres le pidieron que fuera el padrino de mi confirmación… El padre era genial. El cura aspiraba, como nosotros, a espacios más amplios. Me animó a asistir al centro parroquial que había puesto en marcha y, durante cinco o seis años, vivimos con él la aventura, 622. Se le acusó –entonces yo no lo supe- de relaciones contra natura con marineros del puerto de Toulon; se dijo que recorría el mundo en busca de aventura. Recuerdo también que, a diferencia de muchos otros sacerdotes, no era misógino y le gustaba la compañía de las mujeres, 624.

Louis era homosexual. Llevaba una doble vida que, visto retrospectivamente, daba sentido a algunas de sus paradojas y sus ambigüedades. Como tantos sacerdotes intentaba conjugar su fe y su orientación sexual. En mi caso el diálogo con Dios y con Louis cesó cuando entré en el instituto de Aviñón. Nunca aborrecí el catolicismo, simplemente lo olvidé, 624. Louis murió a causa del sida, 627. Me detengo a pensar hoy en el sufrimiento de este hombre solo, rechazado por la Iglesia – su única familia-, negado por su diócesis y apartado por su obispo. Todo esto ocurría bajo el pontificado de Juan Pablo II, 628.

El autor deja entrever que el padre Louis fue un pedófilo y Frédéric una de sus víctimas. El autor de “Sodoma” no comparte su historia homosexual, pero se colige que sus raíces provienen de su relación con el padre Louis.

De la experiencia anterior posiblemente data el enfriamiento religioso de Frédéric Martel y la animadversión a la indefinición sexual de una parte de la jerarquía que convive con el doble juego del rechazo homosexual y del ocultamiento en el armario.

El autor pudo escribir un libro intrincado y completo como “Sodoma” debido a que portaba su credencial homosexual que le abrió miles de puertas y recibió de manera espontánea cientos de confesiones. Su cultura y sensibilidad le ayudaron para interpretar hechos, conocer a las personas hasta exponerse con tal de avanzar en la comprometedora investigación que realizó.

Frédéric Martl nos comparte los motivos que llevaron a escribir “Sodoma”: la guerra feroz emprendida por el Vaticano (Juan Pablo II y Joseph Ratzinger) contra los gay, cuando en la Santa Sede se había instalado una especie de podermasonería homosexual; realizar una crítica a su comunidad gay y dejar de manifiesto que no le gustan las mujeres. El libro deja una dolorosa herida en el Vaticano, la curia y la jerarquía.

*La numeración que aparece en los párrafos corresponde a las páginas del libro SODOMA, Poder y Escándalo en el VATICANO, Roca Editorial, Primera edición en México, 2019.

lperez@inpro.com.mx

 

 

 

 

Staff de Notiissa.mx

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